Párate a pensar la respuesta antes de contestar, la pregunta es mucho más profunda de lo que puede parecer a simple vista.
“Algunos filósofos argumentan que el apetito es responsable tanto de nuestra parte salvaje como de la civilizada debido a que, como animales omnívoros que podemos comer prácticamente cualquier cosa (incluyendo, obviamente, a otras personas), necesitamos establecer unas reglas éticas, costumbres y rituales. No solo somos lo que comemos, si no también cómo comemos.”
– Michael Pollan
UN POCO DE CONTEXTO
Hasta hace no tanto tiempo, el tipo de alimentos a los que la población tenía acceso eran básicamente los de su región. Todavía hay países y pueblos que siguen viviendo en estas condiciones aunque, con la globalización, cada día son menos.
Cuando los humanos solo podíamos comer lo que la naturaleza nos ofrecía, decidir qué comer era, sin lugar a dudas, una fuente de ansiedad, especialmente sabiendo que algunos alimentos podían enfermarnos o matarnos. ¿Cómo distinguir entre lo delicioso y lo mortal si buscas comida en el bosque?
Es por ello que las diferentes sociedades establecieron “reglas” para comer en forma de rituales, recetas, costumbres y tradiciones culinarias que les evitaban tener que tomar decisiones con tales consecuencias en cada comida.
Sin embargo, con la llegada de internet, los aviones y barcos que transportaban alimentos a lo largo y ancho del planeta y todo lo que ha permitido la globalización, de la que sobretodo disfrutamos los países del primer mundo, la tradición culinaria se está olvidando.
¿El problema? Si no sabes qué tipo de alimentos comer y no comer, eres vulnerable a las recomendaciones de influencers que pueden o no saber de lo que hablan y, sobre todo, a los especialistas en marketing y publicidad, lo cuales ven en la ignorancia sobre alimentación de la población más una oportunidad que un dilema.
HABLEMOS DEL FUTURO
NOTA: probablemente este artículo no trate tanto de un futuro seguro como del que yo espero. Para crear futuros primero hay que saber las problemáticas del presente.
Te animo a ir a un supermercado y mirar cualquier producto, ¿sabrías ver de dónde viene? Coge una caja de cereales o una bandeja de carne, si no miras los ingredientes ¿sabrías la materia prima de la que procede?
Hemos aprendido que podemos tener a nuestro alcance cualquier alimento que queramos, sabemos que si no lo tiene nuestro supermercado habitual, una búsqueda en Google, un par de días y será nuestro. Y, sinceramente, eso es fantástico.
Mi abuela solo sabía de la comida mexicana por la radio, ahora hay restaurantes mexicanos por todo Madrid. Pero ¿eso implica que no tengamos que dar valor a los ingredientes? ¿Cómo los cocineros transforman esas materias primas en algunas de las mayores delicias de la humanidad?
Por otro lado, sabemos que todos los alimentos pasan por matadero y que la mayoría de frutas y verduras pasan un tiempo en una nave (dependiendo de la región en la que vivas y del vegetal en cuestión), pero pocas veces nos paramos a pensar cómo viven o se matan a los animales o cómo son las condiciones de vida de agricultores y ganaderos. ¿Cuáles son las implicaciones morales y psicológicas de matar, preparar y comer un animal? ¿Serías capaz de hacerlo?
Muchos de los problemas de salud a los que nos enfrentamos hoy se debe a cosas que pasan en la granja, y detrás de ellos, hay políticas específicas de las que la mayoría de la ciudadanía no tiene ni idea. ¿Sabes las condiciones de cría de un animal viendo la bandeja en la que lo compras? ¿Reconoces las condiciones de vida de las gallinas ponedoras viendo una caja de huevos? ¿Puedes ver si las lechugas se han cultivado en hidroponía o en tierra?
La pregunta “¿qué debería comer?” ya no puede ser respondida si no respondes cosas como “¿qué estoy comiendo?”, “¿de qué parte del mundo viene?” o “¿cómo viven las personas que cultivan las materias primas?”. No hace mucho tiempo los consumidores no necesitaban a un periodista para responder a estas preguntas. El hecho de que ahora sí sea necesario sienta un buen precedente sobre qué es la comida industrial: aquella cuyo origen es tan complejo u oscuro que requiere un experto para averiguarlo.
Un ejemplo práctico
Hace poco encontré por la calle un cartel de una gran multinacional que promocionaba un menú con patatas, bebida y una hamburguesa triple por 5€. A primera vista parece una buena oferta. Pero dale una vuelta más, ¿qué implica que oferten un menú por 5€?
Si en teoría todos los eslabones ganan algo y al final del todo cuesta 5€, ¿qué beneficio tienen los agricultores y ganaderos? ¿No es hipócrita por nuestra parte decir que deberían pagarles más pero a la vez hacer cosas que desde luego no les benefician?
Los bares y pequeños restaurantes de barrio no pueden competir con esos precios. Quizás, si lo piensas, sale más rentable gastarte un par de euros más y cenar con mejor calidad en el bar de la esquina, aunque no aparezca en los autobuses.
El salario precario de los trabajadores es algo de lo que nos solemos quejar, sobre todo si el que cobra 3€ la hora eres tú mismo. ¿Qué salario pagarías a tus empleados si cobrases 5€ por menú sabiendo que debes tener beneficio? ¿Y si encima tienes en cuenta de que hay que pagar alquiler, electricidad, limpieza y demás gastos?
Sabiendo todo esto y que cuando compras los ingredientes a la fábrica ésta también tiene beneficios, ¿de qué calidad dirías que es la comida? ¿De qué vale que te tomes mil complementos o entrenes si luego no cuidas tu alimentación?
El futuro en el que creo
No puedes cambiar tu vida de un día para el otro. Pero si has seguido leyendo hasta aquí, estás en el buen camino. Pararte a aprender es siempre una buena opción.
Vivimos en un mundo que las recomendaciones sobre nutrición son tan cambiantes que la gente ha dejado de hacerlas caso. Ni pirámide nutricional, ni plato de Harvard ni nada, nuestra influencer favorita parece ser la única persona de la que nos fiamos. El hecho de que movimientos como el veganismo se hayan politizado tampoco ayuda, ver el mundo como “nosotros contra ellos” nunca es un buen comienzo, y tristemente, estamos muy polarizados.
En el futuro en el que creo la gente toma decisiones sabiendo lo que hace, tiene unos mínimos de nutrición y de seguridad alimentaria. Y, por si no tiene tiempo de andar comparando marcas en el supermercado, se habrán desarrollado aplicaciones en las que pueda poner los filtros que quiera según las preferencias.
CONCLUSIÓN
Responder “¿qué comer?” es algo mucho más profundo de lo que parece. Existen numerosos sellos para ayudarnos en esta labor (como el de pesca libre de delfines de las latas de atún), pero eso no quita que no nos debamos parar de vez en cuando a mirarlo.
Quizás debemos dejar de mirar qué es lo más barato y comprobar si de verdad es tanta la diferencia de precio con los alimentos que están en línea con nuestros principios. Quizás es hora de actuar en base a lo que creemos correcto.
POR SI QUIERES DARLE UNA VUELTA MÁS
Poco puedo recomendar leer en base a esta edición. Sin embargo, quizás te guste “The omnivore´s dilemma” de Michael Pollan o “Food Politics” de Marion Nestle. Ambos han sido, sin lugar a dudas, muy reveladores a la hora de saber por qué tenemos ciertos ideales a la hora de comer. También sobre cómo funciona la política de la alimentación y cómo influye todo ello en nuestro día a día.
Otra opción es salir a la calle, busca en carteles ofertas de restaurantes, piensa lo que hay detrás de ellas. Pregunta a tus conocidos cosas como “¿por qué comes lo que comes?” y te sorprenderán las respuestas. Usa a tus familiares y amigos como conejillos de indias para saber qué es lo que sabe la mayoría de la gente sobre alimentación. Quizás te lleves más de una sopresa.